No empecé en una gran agencia, ni con un manual que dictara cómo debía hacerse. Empecé con una convicción: cada marca tiene una historia que merece ser contada.

Soy tipógrafo por obsesión, maquetador por vocación y un enamorado del estilo Bauhaus por principios. Para mí, el diseño no es un artificio: es arquitectura visual. Un equilibrio exacto entre forma y función.

Desde hace más de una década diseño marcas como quien confecciona un traje a medida: escuchando, observando, afinando cada línea y cada espacio en blanco. Porque lo que perdura nunca nace de una plantilla.

He trabajado para estudios, agencias y clientes directos, liderando procesos creativos de principio a fin: de la estrategia al arte final, de la identidad al sistema visual. Siempre con una idea en el centro: cada marca tiene una voz propia. Mi trabajo es darle cuerpo, volumen y coherencia.

Creo en el diseño inolvidable. Ese que no necesita explicación porque ya está contando algo en silencio. El que habla el mismo idioma que su público. El que no depende de una tendencia, porque nace de algo más profundo: la identidad.

Trabajo con marcas que entienden el valor de lo hecho con intención. Que no quieren parecerse a nadie. Que apuestan por lo distinto no como pose, sino como principio.